domingo, 11 de octubre de 2009

La cultura, ¿sobre ruedas?

Es común que ámbitos construidos para ciertos eventos acaben utilizados para otros de naturaleza diferente. Hay un caso a mano: anoche Ricardo Arjona llenó el estadio Malvinas Argentinas, un sitio construido para albergar los más importantes cotejos futbolísticos de la provincia.
Pero si bien eso ya no es novedad, y sólo ocasionalmente (cuando se arruina el pasto del campo, sobre todo) genera conflictos, lo visto el lunes pasado en el teatro Independencia sí sorprendió yespantó a muchos.
Y es que la bella «sala mayor» oficial fue usada para la presentación de un automóvil, el Chevrolet Agile, a cargo de la firma fabricante, General Motors. El Independencia a veces es alquilado para eventos privados, no siempre artísticos, pero lo que se hace, o debería hacerse, es cobrar, y bien, por esa transgresión al concepto para el que fue concebido tal lugar.
En este caso sucedió todo lo contrario. La presentación no fue cobrada por el Estado más que por un «canje», insólito por lo demás y surgido de la iniciativa del secretario de Cultura Ricardo Scollo. Consistió en pedir a cambio de la entrega de un automóvil Chevrolet Corsa Classic (no se sabe si el base, que cuesta en el mercado unos $35 mil o el Wagon especial, que sale $46 mil), para regalárselo a la próxima reina de la Vendimia.
La decisión es cuanto menos ridícula. Lo mismo le pareció, se ve, al propio director del teatro, Fabricio Centorbi, quien dijo a Diario UNO haber estado «al principio» (¿sólo al principio?) en desacuerdo con la decisión de Scollo, aunque se tranquilizó al saber que al menos el escenario no corría riesgo de los daños que significa subir un coche a las tablas.
Ridícula decisión, decíamos, por cuestiones tan simples que parecería innecesario enumerar: ¿no es una empresa como General Motors tan solvente como para pagar el alquiler en dinero que el Independencia exija? ¿Qué necesidad había de pedir un automóvil para regalarle a la reina vendimial, cuando años antes ese regalo lo han hecho empresas privadas? ¿Por qué no reparar en el hecho de que si el Corsa Classic se vende a los precios antes indicados no es el precio que le cuesta realmente a la fábrica de autos? El año pasado, el teatro cobró $64 mil a una empresa estadounidense (como General Motors) por el alquiler de sala y orquesta para un «concierto navideño». Un uso razonable para la sala y cobrado como se debe, aunque la plata se usara después quién sabe para qué, menos para el propio Independencia.
Si Scollo piensa que ésta es una manera de que su secretaría ande «sobre ruedas» pues a nadie le hace gracia este modo suyo de entender la metáfora.

Fernando G. Toledo

Articulo en Diario UNO.

martes, 6 de octubre de 2009

La dueña de todas las canciones


Las páginas de los diarios, los minutos de la televisión, el aire de la radio, parecen todos, hoy, una larga elegía, dolida y profunda, ante la muerte de Mercedes Sosa. Su figura, su rostro aindiado que parecía irradiar bondad, son motivo frecuente de todas las crónicas. Pero ¿qué nos deja La Negra como artista? Mucho más, creemos, que haber formado parte de la fundación del Nuevo Cancionero Cuyano. Mucho más que cantar durante décadas y llevar nuestro folclore a los escenarios del mundo.

¿Qué nos deja La Negra? Pues no es un secreto que el arma con que derrotó los oídos más escépticos no fue otro que su magnífica voz. Una voz de soprano que se fue haciendo, si se nos permite la imagen, más «terrosa», oscura y bajó hacia el registro de mezzosoprano e incluso de contralto. Con esa voz, Mercedes Sosa hizo algo más que cantar esa música comprometida que era un deber cantar, según los fundamentos del propio manifiesto que firmó junto con Tejada Gómez, Tito Francia y Oscar Matus. La Negra Sosa, como magnífica intérprete que fue, se «adueñó» de las canciones. Adueñarse de las canciones significa convertirse en la mejor intérprete de las mismas. Crear un molde de perfección sonora en los oídos de los escuchas de modo que siempre su versión (su «lectura», se diría en música académica) se convierta en referencial.

La Negra hizo esto, y no sólo con la música folclórica que ella estrenó con su bella voz, sino con toda la música que le pasó por la boca. Lo hizo con canciones de Charly García (¿hay mejor versión que la suya de Inconsciente colectivo?) o con canciones de Fito Páez (¿no canta mejor que el rosarino Y dale alegría a mi corazón?).

Además, lo hizo con las canciones que antes cantaron Violeta Parra o Chabuca Granda, sus contendientes a la hora de lucir el mote de «la voz de América». Por eso fue más grande que ellas. Eso es lo que nos legó. Eso, sí, es lo que nos quedará para siempre.
Fernando G. Toledo

Artículo en Diario UNO.