Pero el escritor tenía mucho que decir, porque a los ateos el tema religioso nos resulta del mayor interés: hay que saber lo que se niega. Y el escritor escarbó en su obra maestra, no sin impiedad, los resquicios vacíos de carnadura de los textos canónicos y los llenó con su prosa privilegiada, para contar la mejor versión de esta historia, ésa en la que nadie quiere resucitar porque, claro, nadie ha hecho algo tan malo para merecer morir dos veces.
Fernando G. Toledo
Publicado en Diario UNO
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