Pablo de Santis (a la derecha) con el autor de esta entrevista. |
Entrevista a Pablo de Santis, a propósito del estreno de la película El inventor de juegos, basada en su novela homónima
por Fernando G. Toledo
La historia que se narra es engañosa: todo sucede
bajo un halo de verosimilitud incontestable, pero lo que sucede es
extraordinario. Que un niño se vea arrastrado por una historia en la que no se
sabe si se está dentro de un gran engaño o en la mera vida es uno de los
atractivos principales de El inventor de juegos, la novela de Pablo de Santis
cuya versión para cine acaba de estrenarse esta semana.
El relato que muestra al niño Iván Dragó como
ganador de un concurso de juegos que trastoca para siempre sus días es el que
tomó el director Juan Pablo Buscarini para su película, una superproducción
rodada en la Argentina pero destinada al público internacional.
Como parte de las rondas de prensa de la cinta, el
director y el autor de la novela original, Pablo de Santis, estuvieron ayer en
Mendoza.
De Santis, uno de los narradores más leídos y
elogiados de la actualidad en nuestro país, dice haber imaginado y escrito la
historia en un arrebato de inspiración. Hoy, conforme con la adaptación, se ve
ocupado con algo mucho más trabajosa: una novela que tiene a la criptografía
como centro.
Antes de la conferencia de prensa que dio en la sala
Elina Alba, De Santis habló con Escenario y compartió su visión de la
literatura.
–¿Qué sentiste en estos días, cuando viste la
versión en cine de El inventor de juegos?
–Fue una alegría y una emoción. Estaba al tanto de
que la filmación de la película venía muy bien y había visto unos trailers,
pero ahora que la pude ver estoy muy contento. Conocía al director, Juan Pablo
Buscarini, porque había visto El ratón Pérez, que me pareció una muy buena
película. Y me convenció de que iba a poder hacer una buena adaptación para El
inventor de juegos. Mis dudas con esta novela tenían para su paso al cine
tenían que ver con los saltos de continuidad y de lugares. Pero Juan Pablo ha
conseguido un relato nítido, muy claro y natural.
–¿No te parecía, igualmente, que tu historia parecía
casi una invitación a su adaptación a la pantalla grande?
–La verdad que nunca la pensé en relación al cine hasta
la propuesta de Juan Pablo. Alguna vez había pensado que mi novela La
traducción sí podía llevarse al cine, pero El inventor de juegos requería una
gran producción. Por suerte él se animó al proyecto.
–El libro ya tiene una segunda parte. ¿Cómo sigue la
historia?
–El juego del laberinto transcurre cuando Zyl, la
ciudad de fabricantes de El inventor de juegos, se convierte en un laberinto. Y
allí Iván Dragó tiene que descifrar ese laberinto.
–Hablamos de laberinto y de tu obra, y es imposible
no pensar en Borges...
–Desde todo punto de vista, Borges está presente.
Por un lado, en la influencia que tuvo en mi prosa. Pero por otro, en su
reivindicación de los géneros literarios, no como algo marginal, sino algo
central en su literatura. Cuando nadie, ni siquiera en los Estados Unidos,
reivindicaba los géneros en el mundo, él escribió la Introducción a la
literatura inglesa, con un rescate de esos géneros. Eso se ve en sus cuentos,
que son todo lo contrario a lo que mucha gente cree: son accesibles.
–¿Esa es también una lección que tomás de Borges?
–Sí. Y el hecho de poner el foco en que la historia
es crucial, junto con el punto de vista, el foco que debe tener esa trama.
Encontrar el tono es lo que cierra el círculo.
–¿Qué proyectos ocupan hoy en día tu creación?
–Acaba de salir un libro de cuentos, Trasnoches.
Recopila relatos viejos y otros más recientes. Incluso uno del que ni yo tenía
copia, pero que circulaba por internet. Así que... lo bajé. Y lo corregí,
porque tenía errores. Por otra parte, estoy escribiendo desde hace años una
novela cuyo tema es la criptografía. Transcurre entre los años ’70 y ’80 en la
Argentina, y no sólo es muy compleja, sino distinta a otras que he escrito. Ya
tuvo una versión 300 páginas, y terminé dejando sólo 70. Es un libro al que le
tengo miedo por los temas que trata y se llama Las armas y las letras.
Fascinación por los juegos de mesa
La fascinante trama que narra las aventuras de Iván
Dragó y su lucha contra el malvado Morodian ejerció un cimbronazo especial en
el director de cine Juan Pablo Buscarini. El rosarino, que había rodado Cóndor
Crux y El ratón Pérez se considera un gran lector de De Santis, y fue por eso
que cuando leyó la novela El inventor de juegos se propuso de inmediato
llevarla al cine.
Buscarini se confiesa gran seguidor del autor de El
enigma de París, y considera a esta una de sus grandes historias. Por eso la
ocasión era propicia para consultarle a De Santis cómo escribió este libro.
–¿Cómo fue el momento de creación de esta historia?
–Fue esa clase de historias que salen muy de pronto,
como en un momento de inspiración. Hay libros que exigen más trabajo y cuesta
encontrar las vueltas de la historia. En cambio el primer borrador de El
inventor de juegos fue escrito muy rápido y con mucha felicidad. Estaba en un
momento especial, parece. Después, por supuesto, vino toda la revisión, porque
soy de corregir mucho.
–Uno de los puntos destacados de la historia es que
el juego es el corazón de la novela. ¿Fue algo así como una premisa para la
escritura?
–Sin dudas. Los juegos me gustaron siempre. No tanto
para jugarlos, porque de niño recuerdo que prefería jugar con autitos y
soldados. Los juegos de mesa como el Monopoly podían parecerme lo más aburrido
del mundo. Sin embargo, ejercían en mí una especie de fascinación las piezas,
los billetes, ese pequeño mundo que representan. Pero de alguna manera me
cuesta también entenderlos. Recuerdo por ejemplo que uno de mis hijos jugaba
con las cartas de Yu-Gi-Oh!, que a mí me parecían increíbles. No podía ser que
las cartas costaran tan caras, y que un mazo (por dar un ejemplo) saliera 40 pesos,
pero de pronto hubiera una sola carta de 200 pesos que fuera más fuerte que
todas las demás. En cambio, en otros juegos de mesa me parece valioso lo que
tienen de igualdad entre los oponentes, y la caballerosidad. En ese sentido, el
ajedrez es perfecto. Yo podría sentarme con Gary Kasparov a jugar, aunque
seguramente perdería (risas).
–Por lo que decís, Iván Dragó, el personaje principal, es lo contrario a vos... A propósito, ¿el nombre de dónde sale? Es un homónimo del villano de Rocky IV...
–Pero no tiene nada que ver. Salió por casualidad. Drago era el apellido de un profesor de matemáticas y también del autor de un libro de Historia con el que yo estudiaba en la secundaria. Después, la elección de Iván como nombre fue por una cuestión de sonoridad. Pero jamás pensé en ese personaje.
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