lunes, 16 de junio de 2014

Los cazadores cazados



Por Fernando G. Toledo

Quien quiera escribir una historia o quizás el guion para un culebrón estándar de esos que tapizan las mediatardes en la TV, ya tiene el argumento resonando en todos los medios.

En esta historia hay buenos y malos, aunque ninguno exagera. En esta historia hay poder y una moraleja: no hay que manipular veneno puesto que puede terminar uno mismo contaminado.
Esta historia tiene personajes concretos pero podríamos disimularlos, para que nuestro culebrón se inspire en hechos reales sin fijarse en uno particular.

Imaginemos a un periodista de chimentos, por ejemplo. O, a dos. Su tarea, exitosa y a veces ciertamente bien realizada (dentro de las reglas de juego de este espinoso ¿género periodístico?) consiste en ventilar cuestiones privadas de personajes públicos. Escandaletes y rencillas, discusiones, amoríos, embarazos no deseados, ataques de ira, hechos sin importancia que pueden ser magnificados: todo vale para narrar mientras los involucrados sean caras conocidas, en especial de la TV.

Nuesto guion muestra a esos periodistas implacables, temibles e impiadosos, haciendo su trabajo y ganando fama, ellos mismos, con su labor. Pero en un vuelco de la trama, casi al mismo tiempo, ambos «villanos» se ven obligados a beber de su propia medicina. Acostumbrados a tratar la vida de otros casi como un juego de ficción, sienten en su propio pellejo lo que significa que sus vidas se conviertan en la comidilla de los chismes. Uno puede haber roto con su novia por una truculenta infidelidad, el otro puede haber tenido un hijo extramatrimonial.

Pero podemos hacer que esta aventura no tenga un final edulcorado, sino realista (o «rialista»). En definitiva, ellos son los principales propaladores de estas noticias. Ellos reciben una lección implacable, pero no la aprenden. Y todo sigue siendo igual, como en Ciudad Gótica (quizá sea apropiado el símil): un lugar donde, después de que Batman ha ganado una batalla, simplemente debe prepararse para la guerra que viene. Porque abundan los villanos.

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