martes, 29 de septiembre de 2009

El encanto de Mafalda y el espanto de la farándula

Los intríngulis familiares han entretenido a lectores y televidentes esta semana. Por un lado, la boda, con sorpresa arruinada incluida, de la vedette Victoria Vanucci y el futbolista Cristian Fabbiani, para desgracia de la ex del Ogro (Amalia Granata). Por el otro, la terapia familiar de crueles recriminaciones de Graciela Alfano y Matías Alé.

Pero la familia no siempre ha entretenido a la gente de manera tan espantosa si de arte o espectáculos hablamos. La familia es, de hecho, uno de los centros de muchas ficciones encomiables (no estas realidades tan escabrosas que da repelús que se conviertan en espectáculo). No hace falta hacer historia, sino pensar, por ejemplo, en Los Simpson, en la que la familia del título explora los meandros de convivir (sobrevivir) en familia.

Precisamente un antecedente preciso de Los Simpson, menos sarcástico pero no menos profundo, sutil y hasta irónico, fue trazado hace ya 45 años por uno de esos artistas callados y sutiles de los que pocos hay. Ese artista, Joaquín Lavado, más conocido como Quino, es, además, mendocino, un mendocino planetario, eso sí, quien con la historieta diaria Mafalda instaló de una vez y para siempre su manera de “ver el mundo” para transformarle la mirada a medio mundo, valga la anáfora.

De hecho, en Mafalda (el personaje central) encontramos un ancestro ficcional de Lisa Simpson, la idealista y encantadora niña de la tira televisiva a la que le duele ser espectadora del presente. Si uno compara las descripciones, perfectamente le cabrían a una o a otra. Y la vigencia de Mafalda, por ende de nuestro compatriota Quino, es indiscutible. Quien vaya a discutirla le diremos que se apersone por el barrio porteño de San Telmo, hoy mismo, y camine hasta la esquina de Chile y Defensa. Allí, en el mismo lugar en donde Quino imaginó que naciera la niña inolvidable, allí donde recibió la llegada de su hermanito, el terrible y querible Guille. Allí acunó como a un bebé también su mapamundi, foto del planeta con la que la une por amor y por espanto. Allí, decíamos, inauguran hoy una escultura de Mafalda, un salto a las tres dimensiones del personaje que el fino Quino dibujó de 1964 a 1973 (¡sólo 9 años!). Imagen realizada por el escultor Pablo Irrgang, que acompaña estas líneas, y que representa un homenaje de la Ciudad de Buenos Aires a ¿nuestro? dibujante como parte de los festejos por el Bicentenario.

Guaymallén ya tiene una plaza llamada Mafalda, lo sabemos, sin embargo da la sensación de que aun así Quino no está en todos lados como debería. Hace poco nos enteramos de que la Secretaría de Cultura de Mendoza había enviado salutaciones oficiales a Mike Amigorena por su premio Martín Fierro. El maipucino lo tiene merecido, ¿pero habrá hecho lo propio el Gobierno con Quino? Permítasenos dudarlo y si lo ha hecho, que nos remita el mail con fecha anterior a esta nota…
Nos atrevemos de cualquier modo a un consejo al lector: si quiere realmente divertirse, si quiere ver a una familia en acción, de mentira pero menos revulsiva que las de la tele, repase Mafalda. Por allí va a encontrarse con una de esas geniales frases: “Lo malo de la gran familia humana es que todos quieren ser el padre”. Y habrá valido la pena.

Fernando G. Toledo

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