¿Por qué ha dejado de ser común que se anuncie una seguidilla así, integrada en este caso, por Arjona, José Luis Perales y Joaquín Sabina? ¿Por qué si hemos tenido años con espectáculos como Luis Miguel, Ricky Martin, Chayanne, Maná, Enrique Iglesias, La Ley (y ni hablar de aquellos inolvidables eventos como Amnesty International o Serrat en el estadio)?
La respuesta: a Mendoza no le da el tupé para ser receptora de tales eventos, aunque “se lo crea”. Y la razón de ello es que, más allá de que el nuestro es un público exigente y difícil de descifrar, no tiene Mendoza lugares apropiados para dar cabida a espectáculos que serían como un reflejo de una provincia que se ha creído por años ubicada entre las que tienen valor económico y cultural importante en el contexto nacional.
Baldini reconoció que a Mendoza le faltan lugares para grandes shows: el estadio mundialista tiene bastante con los partidos de Godoy Cruz Antonio Tomba. El propio estadio de este club parece que no convence a nadie y los propios responsables se niegan a alquilarlo para eventos. Los otros estadios de fútbol no soportan eventos de grandes características, excepción hecha por Andes Talleres.
Sin teatros apropiados en el Gran Mendoza (cerró el Rex por fallas edilicias, el Lavalle y el Ópera se convirtieron en obscenas playas de estacionamiento, al Mendoza se lo dejará morir), con el Bustelo abocado a otras cuestiones (es un auditorio, pero su piso de alfombra es delicado, su escenario deficiente y se ve mal desde las sillas posteriores), ciertamente no hay mucho para inventar. Porque, sí, tenemos un teatro griego Frank Romero Day que es hasta postal de turismo, pero los productores (dicen) no se llevan allí la gente por miedo a los accidentes que la accidentada geografía de cerros, colinas y gradas de cemento podrían provocar.
Pero el drama, no teatral, de los sitios apropiados para “mega-espectáculos” se produce también en espectáculos no tan “mega”, pero igual de importantes. Sí que las bandas locales pueden llegar con bríos al Independencia (800 butacas), pero ésa será una excepción, ya que el teatro debe alojar a un sinfín de shows de otros géneros y, además, dar residencia a la Filarmónica, la orquesta local que, a decir verdad, toca allí muy poco.
Curiosamente, la orquesta que toca un poco más, la Sinfónica de la UNCuyo, no tiene un buen teatro. Así, la agrupación universitaria debe conformarse con el exiguo teatro Universidad, de deficiente acústica y escasas aspiraciones: son muchas las grandes partituras que serían capaces de llevar a su millar y medio de personas a la sala si hubiera alguna sala que permitiera que por lo menos los músicos entraran en ella.
Ni hablar de las obras teatrales, acomodadas en salitas modestas improvisadas en casas, bares y fondas. Las promesas de Capital (salas multimediáticas en los terrenos aledaños al Parque Central), del Gobierno provincial (una sala INT y otras de porvenir lejano) para paliar esta situación son por ahora, permítase el escepticismo, sólo promesas.
El anuncio de Baldini del miércoles es, entonces, quizá, un techo al que los amantes de los espectáculos pueden aspirar, por ahora, en Mendoza: un Montaner ayer, un Arjona mañana, un Perales el mes que viene, un Sabina dentro de tres o cuatro, un Charly García acaso.
Para terminar, aceptado ese diagnóstico, habría que hacerse una pregunta más: ¿le interesa a nuestro Gobierno, si acepta que los espectáculos son atractivos como manifestaciones culturales, hacer algo contra esa falta de espacios? Según como se mire: por lo pronto, en febrero destinó 314 mil pesos para subsidiar un espectáculo privado (los Fabulosos Cadillacs) que según los productores porteños ya estaba pagado. Si los cálculos de Capital dicen que las salas en el Parque Central costarán 3 millones, ¿no habrían sido los 314 mil pesos un excelente comienzo para comenzar a solucionar la falta de lugares invirtiendo la plata en lugar de tirarla?
Fernando G. Toledo
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