lunes, 28 de septiembre de 2009

Por qué Mirtha se merece el Martín Fierro de Platino

Año tras año, la entrega de los Martín Fierro se convierte en blanco preferido de enemigos y defensores del premio, los premiados o los premiadores. Por lo general, claro está, entre los amigos figuran los organizadores y los galardonados, y entre los del bando contrario aparecen los competidores y los no premiados. Muchos olvidan que los galardones no son legitimadores de ningún artista, locutor o periodista. Los Martín Fierro son simplemente una ceremonia con trasfondo comercial y forma autocelebratoria, como los Oscar. Hay enormes profesionales que jamás recibieron una estatuilla y galardonados de lo más mediocres, claro está.

Pero la última ceremonia de los premios de APTRA, celebrada el miércoles, ha tenido una particularidad: ha encajado de manera tal en lo que es y lo que muchos imaginan que debería ser que en sus premios más sonoros ha dejado a todos contentos.

El caso más notorio es el de Mirtha Legrand, quien recibió el Martín Fierro de Platino, invento de ocasión para darle más ínfulas a la ceremonia pero que de paso sirvió para repasar una galería de muchos ilustres de la TV (más) y la radio (menos) de la última década y media que recibieron, en su momento, el premio de Oro.

Nadie ha chistado por el premio a la Chiqui y Almorzando con Mirtha Legrand. Y ello es por algo que a esta altura hay que reconocer: si hay alguien que merece un premio de estas características es “La Señora de Villa Cañás”. Ella es, como –es cierto– lo fue Mike Amigorena con su personaje en los Pells, de esos artistas que moldean de tal modo el producto que ofrecen que terminan siendo, para él, irremplazables.

Pero en el caso de Mirtha no es sólo por permanencia, costumbre o tradición, sino por virtudes. La ex actriz que fue Mirtha se ha revelado a lo largo de sus constantes 41 años en pantalla como una gran conductora, sagaz entrevistadora y firme opinadora (se esté de acuerdo o no con el sentido de sus pareceres). Ha estado siempre en el centro de interés, ha tenido invitados de fuste en su programa y ha dado tela para cortar casi siempre. Y esto a pesar de sus “vicios”, propios de cierta egolatría, como las constantes interrupciones a las respuestas de sus invitados, su autorreferencialidad exacerbada o la tendencia a repetir preguntas cuando se repiten los comensales.

Jorge Rial se quejaba en su página PrimiciasYa porque veía en estos últimos premios una inclinación a la decadencia, cuya raíz estaba nada menos con el hatajo de votantes de APTRA, vetustos y retrógrados, que sólo viven para esta ceremonia anual y que premian siempre a los mismos: Mirtha, Susana, Tinelli.

Pero la Chiqui parece contradecir con fuerza la idea de que eso sea un siempre un defecto. Mirtha Legrand es justamente la contracara de esos miembros de APTRA: sigue activa, sigue reinando, sigue dando, con un producto probado, más y mejores cosas que mucha basura televisiva diaria. Gustemos o no de su carácter, la Chiqui ya es leyenda. Ya superó el bronce y la plata. Ya superó el Oro. La Chiqui es de Platino y habrá que pensar con qué elemento químico revestir la próxima estatuilla para estar a su altura si sigue más años en pantalla.

Fernando G. Toledo

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