miércoles, 13 de julio de 2011

El paraíso perdido


Por Fernando G. Toledo

Con los logros visuales como una de las apuestas más poderosas y la pasión por la aventura como emblema, los estudios Disney entregan la cuota anual de fantasía animada con Atlantis: el imperio perdido, la cinta que aprovecha la fascinante leyenda de aquella mítica tierra-ciudad hundida de la que habló el mismísimo Platón.
Los directores Gary Trousdale y Kirk Wise proponen que las imágenes arrollen a los espectadores con una galería infinita de composiciones plásticas y, a caballo de un buen guión de Tab Murphy (el mismo de la animada Tarzán), Atlantis narra la historia de Milo Thatch, un iluso y joven estudioso de las civilizaciones antiguas que ha logrado descifrar los extraños signos que parecen haber pertenecido a la Atlántida, esta ciudad de la que jamás se ha podido probar su existencia, y que, según sus cálculos, queda cerca de Islandia.
Convocado por un acaudalado amigo de su fallecido abuelo, Milo recibe el célebre Diario de Shepherd, un manuscrito que describe con lujo de detalles las particularidades de aquella ciudad.
Junto a un grupo de aventureros reunidos por el millonario, Milo viaja en busca de Atlantis, sin saber que sus compañeros tendrán como único objetivo arrebatar la fuente de energía, que al parecer dotó a aquella civilización de un desarrollo cultural pasmoso.
Narrada con un ritmo vertiginoso que no escatima detalles (como la creación de un idioma "atlántico”) ni mensajes ecologistas, Atlantis aprovecha notablemente las señas dejadas por el mito y las completa con una bella historia de amor entre Milo y una sagrada habitante de la ciudad descubierta bajo las aguas.
La semejanza formal con films de aventuras como la saga de Indiana Jones, La guerra de las galaxias o Viaje al centro de la Tierra le cabe muy bien a la cinta, que anota una virtud más: permitirse crear un crisol interesante de personajes contradictorios (no es el caso de Milo), aunque deje a muchos de ellos desprovistos de profundidad dramática.
Si el guionista de Atlantis aprovecha, como se dijo, de gran manera la leyenda para construir una historia atractiva, también vale decir que se permite una licencia: darle a la ciudad hundida una cierta apariencia de paraíso perdido, y por consiguiente, de Edén recuperado por el protagonista, quien encuentra bajo las aguas lo que en la superficie es imposible: la felicidad. Como se ve, el hiperrealismo de las imágenes del film tiene su correlato en cierta idea que hoy por hoy también abunda. Muy a nuestro pesar...

Publicado en Escenario de Diario UNO el 7 de julio de 2001

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