jueves, 14 de julio de 2011

Sabina llegó el Gran Rex de poesía


Por Fernando G. Toledo

El viernes a la noche la poesía estableció domicilio en Mendoza. Una dirección fugaz pero perenne: Buenos Aires 63, de Ciudad. El responsable de tamaña radicación fue nada más y nada menos que Joaquín Sabina, el trovador español que en su primera actuación para la provincia desplegó todo su carisma, toda su lírica y todo su talento.
Es célebre la filiación de este cantante con la Argentina, un país al que incluso ha sabido cantar y retratar con lucidez en algunas de sus canciones. Pero el público local que llenó el Gran Rex fue testigo de otra sorpresa: una insólita y aplaudida relación con la propia Mendoza, que se tradujo en dos invitados especiales.
Las presencias del ex Enanitos Verdes Tito Dávila (presentado como un verdadero amigo) y del bandoneonista Omar Larrea (elogiado hasta la reverencia por Sabina) fueron los privilegiados “actores de reparto” de un recital que quedará para el recuerdo.
La escenografía montada sobre el escenario invitaba al clima íntimo que rodeó todo el show. Una especie de cuarto de hotel, o de living bohemio, flanqueado por una pantalla en la que se proyectaron infinitas imágenes que ilustraban los temas y unas simpáticas olas artificiales conformaban el decorado de Nos sobran los motivos.
El recital comenzó con una seguidilla de estrenos a los que el público respondió como si se tratara de viejas y queridas canciones. Quizá porque lo vayan a ser pronto, quizá porque Sabina es simplemente irresistible.
Pero no todo es seducción. Lo que importan son las canciones. Y las extensas dos horas de música que brindó el cantante fueron magistrales. Esa voz aguardentosa, esa delgadez ironizada por unos pantalones atigrados encantaron al público con temas de distintas épocas y versiones acústicas que agregaban un plus a la cuestión, como si lo necesitara.
De esa veintena de canciones se destacaron: Ruido, Tan joven y tan viejo, Calle melancolía (dedicada a Dávila), Con la frente marchita (con Larrea en el bandoneón), Una canción para la Magdalena, Los conductores suicidas, Contigo, 19 días y 500 noches, Pero qué lindas eran, Nos sobran los motivos, Dieguitos y Mafaldas (en homenaje a otro artista local, el dibujante Quino) y un tango inédito a la altura de los mejores, además del infaltable Ynos dieron las diez.
Sabina se permitió también darles un espacio a sus músicos Panchito Varona, Antonio García de Diego y Olga Román. Fue seguramente el segmento menos brillante del show. Pero a esa altura poco importaba, como tampoco importaron los devaneos en algunas letras por parte del cantante, ni el retraso en el comienzo ni la pena de imaginar que tendrán que pasar al menos dos años para que este trovador inigualable vuelva a estas pampas. Las oportunidades de llenarse de poesía y de buenas canciones no son muchas. Por eso lo de Joaquín Sabina será, sencillamente, inolvidable.

Publicado en Escenario de Diario UNO el 22 de octubre de 2000

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