jueves, 14 de julio de 2011

La herencia de Tarantino


Por Fernando G. Toledo


Es inevitable remitirse al cine de Quentin Tarantino a la hora de ver Snatch, cerdos y diamantes, el último film del inglés Guy Ritchie. El parentesco formal es obvio y confirma un poco la gran huella que películas como Perros de la calle, y sobre todo Pulp Fiction, dejaron en las nuevas generaciones de cineastas.
Sin embargo, junto a las semejanzas, tampoco es difícil hallar las disidencias. La primera puede comprobarse una vez que la cinta termina: la herencia tarantinesca, hoy por hoy, parece ser sólo de forma y no de fondo. En estos cineastas, al menos en Guy Ritchie, no hay renovación, simplemente caminos que se continúan.
Snatch (que podría traducirse como “birlar”) narra fragmentariamente la historia del robo de un diamante, de una pelea arreglada, de un taimado boxeador gitano, de un perro con un juguete en su estómago y de un sádico mafioso que descuartiza a sus víctimas y que les da de comer a los cerdos sus pedazos. Todo eso se mezcla como un cóctel en medio de una historia en la que, como la cinta anterior del director, incluye juegos, trampas y varias armas humeantes, además de un final más o menos inesperado y una capacidad para mantener la atención durante las dos horas que dura el relato.
La comedia negra, el montaje rítmico, los chistes visuales, la narración discontinua y la voz en off marcan al film seguramente desde su concepción, en el sentido de que en cierta medida Snatch no puede pensarse sin todo el bagaje de edición posterior, sin la música que matiza las escenas o sin los encuadres extraños.
A la hora de revisar, en todo esto, el parentesco con el cine de Tarantino, habría que pensar más bien en un árbol genealógico encabezado por el director de Jackie Brown, y seguido por otros autores de menor jerarquía, como David Fincher, Danny Boyle y el propio Ritchie.
Si dejamos los antecedentes de lado, a Snatch le va un poco mejor: el relato ágil, el abanico de personajes (algunos simpáticos, otros insoportables, todos mala gente) y el refinamiento visual de la película no consiguen que Guy Ritchie sea un gran cineasta, pero sí que su segunda película tenga mucho encanto.

Publicado en Escenario de Diario UNO el 28 de abril de 2001

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